Quito, Ecuador 1991.
Nacido en 1991 en Ecuador, Nicolás Aguirre articula su práctica en torno al ritual.
Ritual en su impregnación de la noción de alma. Lo desglosa primero en diferentes motivos y símbolos paganos persistentes como el diablo huma o la orquídea, y luego en diferentes formas: el dibujo, la instalación, la performance (Poker de almas, 2018, Intercambio de almas, 2018-2020) o la pintura.
Ritual en la ceremonia y el protocolo, quemando palo santo antes de la instalación de sus piezas, para liberar los aromas mágicos de la madera, agradecer y «purificar» el espacio de exposición. Nicolás Aguirre deja una huella olfativa, inspirando un apaciguamiento y la recogimiento. Ritual en la transmisión y el protocolo de sus formas y motivos a diferentes artistas y artesanos, en colaboraciones regulares nacidas de la inteligencia colectiva y del compartir valores comunes, traduciendo sus palabras en formas en otros soportes como el kilim o el neón.
Ritual en sus obras, vinculándose a la historia de las artes, especialmente la de la pintura. Nicolás Aguirre juega con los claroscuros, cuestiona la forma y la representación de la noción abstracta del alma. El artista interroga los límites y evoluciones de la pintura, sondeando los positivos y negativos fotográficos en su lienzo, componiendo los colores de las últimas obras en tonos violetas, aluminio y cobre. Reflexiona sobre sus próximas piezas directamente con pigmentos metálicos, superponiendo capas y sobrecapas, haciendo resaltar los contrastes gracias a los rayos X y presentará entonces obras idénticas pero diferentes.
El artista también se vincula a la historia del arte conceptual, explorando su relación con el tiempo, interrogándose sobre la noción de obra de arte, su transmisión y su contexto de presentación primando sobre su realización.
Ritual en el don, proponiendo ver sus obras como ofrendas al público.
Nicolás Aguirre retoma la pintura donde se detuvo con la muerte de su abuela en 2014, como un tiempo suspendido en su práctica pictórica.
Este detenimiento se siente en sus pinturas: de la imagen de su abuela que se desvanece, el artista captura un instante de eternidad. De este desvanecimiento se materializa su alma.
En un instante de fragilidad, capta el alma de su abuela, como en una máscara mortuoria o sagrada. Sus obras proponen diferentes niveles de lectura, como en sus dibujos del Diablo Huma, se encuentran los ying y yang, hombre y mujer, día y noche, vida y muerte.
Sus fondos en acrílico se tiñen de matices violetas, oscuros y transparentes, claros y ligeros. Entonces escapan y se mezclan diferentes energías de estas vibraciones de colores y formas: la de un cuerpo que muere, la del alma que se materializa, la del cosmos que la envuelve.
Sin poder realmente definirla, es un humo, una atmósfera, una neblina, un velo que engloban esta imagen, este reflejo de lo efímero de la vida y de la muerte que ronda permanentemente.
Esta imagen, grabada en la memoria del artista, aparece en el ojo del espectador, reminiscencia que remite a los recuerdos de una memoria colectiva.
Nicolás Aguirre viene a materializar un mundo inasible, de otro tiempo y de otro universo.
Shichimi Totem N°1
Escultura de aluminium fundido, vasija de madera, sake, gengibre, sal volcanica, cáscara mandarina
160 x 60 x 100
2024