EXHIBICIONES | ACTUAL

Open 2020

Sara Roitman

05 – 26 de noviembre 2020

Sara Roitman Afiche

“El desastre no es solamente el terremoto, también puede ser el estremecimiento corporal inapreciable. El tiempo del montaje (cinemático) de la catástrofe nos lleva, directamente, a la incomprensión del acontecimiento. Tenemos que estar preparados para comprender lo mínimo, esto es, afinados con respecto a lo inaudible, dispuestos con respecto a sucesos sin barricadas, cuando propiamente parece que no pasa nada,”

Fernando Castro Flórez

Y mientras todo transcurría bajo el bostezo perenne de la normalidad estatuida de siempre, en donde las instituciones así como los museos, exponían a sus más ilustres representantes configurando su aburrida y a la vez solapada historia, las ferias prostituían hasta el gesto más banal del artista de moda, los marchantes asumiendo posturas criticas como especialistas de la nada (mezcla de vendedores de autos y filósofos metafísicos), las universidades despistadas en sus claustros −como solo ellas−, enseñando lo que pasó hace cien años como fenómenos artísticos actuales, los galeristas aportando para llevar el nivel del arte al grado cero de la cultura, los críticos náufragos sin saber que más inventarse entre la jerga fluida de un léxico más parecido al de prensa amarillista que ligado al análisis ontológico de la obra de arte de la que desean hablar, los artistas circenses valiéndose de lo obyecto o aferradamente obsceno para llamar la atención de los curadores snow, los curadores fingiendo poses intelectuales para acaparar los espacios de poder (por las buenas o por las malas), los salones y “eventos concurso” tratando de modificar sus bases para que no se puedan colar obras intransigentes que deterioren el prestigio ya muy mal logrado a través de sus años de añeja presencia, los artistas independientes acicalando sus estrategias para parecer espléndidos y, de esa manera pasar al lado de la oficialidad, o finalmente el mercado inflando, la burbuja del arte para que por primera vez el “arte sirva para algo” según la óptica capitalista del mismo.

 

Mientras todo transcurría bajo la normativa de esa cotidianidad costumbrista, de un chirlazo nos despertaron, secuestrándonos bajo las rejas simbólicas de una oscura amenaza, “la de la muerte”, y el virus hizo su agosto, encierros obligatorios bajo la peculiaridad pandémica lo paralizaron todo, el mundo y dentro de ello, el mundo del arte, se vio obligado a una interrupción total, cierre completo de museos, galerías, ferias y demás; caída a pique de las casas de subasta y todo el sistema especulativo del arte, suspensión de los fondos de cultura de todos los países, recorte o aniquilación de toda subvención y ayuda a los proyectos independientes, abolición absoluta del auspicio de la empresa privada, fin de las preventas canjeadas en forma de pago de impuestos y desde luego la crisis en la venta directa de obras de arte de artistas a sus amistades en el mercado informal.

Todo ello nos transportó a otra realidad la de la llamada nueva normalidad, y su dimensión surreal de la reclusión auto infringida, a punta de temor y de pavor poco a poco todo el sistema del arte colapsó, excepto claro está, el Arte, el mismo que una vez la crisis se adueñó del mundo, mutó hacia formatos impensables, lográndose (como pocas veces en la pronta historia del arte actual) tamizarse o decantarse y por esa misma vía, se logró separar esa delgada línea de lo que podríamos llamar industria cultural, diferenciándose de lo que es el arte en estricto, es decir, una vez separada la nata de lo que le sobra o le viene de sobra, se pudo −a los tiempos− visibilizar prácticas artísticas que, alejadas de la parafernalia solapadora y el maquillaje en exceso, propio del show art, que potenciado por la descomunal museografía, los majestuosos montajes, la abundancia de retórica verborreica y todo aquello que le viene de añadido para justificar gastos, sueldos, espacios, o simplemente para hacer de él un espectáculo digno del circo trasladado a lo que hoy se ha dado a conocer como economía naranja. Al fin y como resultado de esta crisis, el arte por sí solo salió a flote, ahora más que nunca.

Es entonces cuando en una suerte de segunda etapa y como respuesta, esa genialidad aplastante de los artistas logra revertir toda esa crisis, consolidando un tipo de arte que se desparrama por varios formatos, hasta entonces impensados, llenando de conceptos artísticos, soportes como el celular, la computadora, la red, y dentro de estos el GIF, el video motion, las aplicaciones, etc. Mientras la distribución del conocimiento estético acogió la forma de zoom, facebook live y demás formatos, de diálogo y de debate, acercando al mundo entero, en tanto la realidad pandémica tomaba el rumbo opuesto.

La tan anunciada (desde los noventa) muerte del arte comprendida desde teorías poshegelianas, asume un estatus casi académico, mientras la realidad desembucha miles de formas de asumir el conocimiento artístico desembarazándose de su camisa de fuerza, llamada institucionalidad artística, eso solo demostró que la precariedad del arte solo esta en su formato más instituido y decadente, pero el arte, tal como la vida emerge en sus formas mas arriesgadas, tal como la hierba surge de las entrañas del cemento asfáltico de carácter insoluble.

En esta proliferación de maneras de hacer arte, y como es lógico, no todo posee el grado de sensibilidad y de astucia como para poder erigirse como buen arte; sin embargo, toda posible opción es valedera, pues deviene del esfuerzo y de la comprensión de uno −o un colectivo de creadores− que sensibles ante la situación estructuran lo que sus propias razones artísticas le reclaman.

En el centro de este abanico de posibilidades brota una muy sensata forma de asumir el aislamiento, de manera pausada y austera, me refiero al conjunto de proyectos creados a los largo de estos siete meses de encierro, que según su creadora Sara Roitman serán presentados (todos juntos) en una muestra denominada Open 2020, por realizarse en la galería N24, una serie de trabajos concebidos en ese tiempo de reflexión que provoca la clausura y cuya dinámica se hiperboliza, bajo el sutil encanto de la delicadeza de lo manual, en un intento por devolverle al arte ese sentido de manufactura que el mundo tecnológico le arrebató a favor de un arte posthumano y desde luego postsensible.

La ironía de este mundo y del programa que Roitman profesa, se encuentra dada en cuanto entendemos la gran paradoja de que mientras el mundo actual se vuelve más digital; el tacto, la mano, lo sensorial, pierde el sentido y valor, la ironía se acentúa de acuerdo a la premisa a más “digital”, menos táctil, y en este cuento, el mundo: se nos fue de las manos, literalmente y conceptualmente, ya que el florecimiento de todo lo digital origina un surco irreconciliable con lo artesanal, la reproductividad técnica y ahora reproductividad digital del giro benjaminiano del arte se encargó de des-aureatizar absolutamente todo, pero y visto así, no logró la utopía figurada en el pensamiento de Benjamin que profesaría la emancipación de las masas, mas bien la cosa se fue por el lado de las teorías de la Escuela de Frankfurt y la desauratización y popularización del arte lastimosamente decantó en las industrias culturales.

Macabra ironía que le jugó sucio al arte y lo predestinó al encandilante espectáculo del cual la realidad virtual, la impresión 3D, la realidad aumentada, el cine en 360 grados, la escultura en plotter, el Photoshop son dignos ejemplos, pero no solo ellos sino el mismo museo y la galería que con sus estrategias de masificación producen un distanciamiento del respeto al culto al objeto como obra de arte, a favor de su resolución virtual y/o digital (hoy da lo mismo mirar la réplica mal fabricada de una obra reconocida puesta en remplazo de la original).

Sobre esta dinámica, del mundo que resquebraja toda posibilidad de acceder a esa opción retinal transada por la oferta y la demanda, ya que los centros de impresión fotográfica, los lugares de retoque y todo tipo de empresas dedicadas a ofrecer estos servicios colapsaron como lo hizo gran parte del mercado, Roitman propone una suerte de reconquista de la actividad pre-digital, en una búsqueda intimista con clarísimos dejos de recogimiento y reflexión interna, que nos lleva a pensar sobre esa necesidad de dotar al arte nuevamente de ese regocijo pos-aureático y comprometerse con esos valores olvidados que le distancian al objeto del mero producto de fabricación industrial.

Ese misticismo cultural justamente en el instante en que el mundo no está para festejos, creo que se vuelve necesario como formato de reflexión, mientras el exceso de reproducción de objetos se nos está comiendo al mundo en su forma menos ecológica, mucho más bestial.

Entonces ese giro artesanal y de manufactura conjugada dentro de la exposición Origen 2020, mientras la artista (como todos) operaba en el encierro, ha sido capaz de producir con un mordaz testimonio de la necesidad de creación, de exponer criterios visuales a partir de otras formas de expresión una vez la crisis golpeó la puerta de nuestras casas.

Recorrido delirante

Cabe reseñar la importancia de la distribución de las obras realizada por la artista en el espacio, ya que en ello se articula más que un sentido visual, una certeza conceptual que determina cada uno de los trabajos y su razón de existir en la disposición holística de su proyecto itinerante, es por ello que proponemos un recorrido delirante de cada trabajo para deducir correctamente toda esa carga gnoseológica que emite este proyecto.

Origen exótica (video instalación)

En la entrada y al comienzo de la muestra tenemos una video instalación, un trabajo colaborativo entre el compositor Juan Campoverde, quien es el autor del sonido, mientras Sara Roitman, coloca la imagen del video.

La obra en su conjunto atraviesa un instante decisivo, dado que el trabajo colaborativo inicia años antes de la pandemia; sin embargo, y tal como esas extrañas obras previsoras, se anticipan al estado de las cosas, con una precisión casi nostradámica, estoy seguro que la intención de los dos aristas no es la de predestinar algo, aún así, y atendiendo a eso que Adorno aseguraba, que el buen arte es un sismógrafo que anticipa lo que pasa dentro de una sociedad, igualmente la actualidad con la que es tratada esta obra hace que calce irreprochablemente en la dinámica de vida y su instante más crítico, el actual.

Tanto la concreción del sonido como su correlación con el video, en donde se despliega una serie de imágenes de microorganismos grabados por un microscopio electrónico en un charco y editadas junto con partículas en un proceso de animación, nos remiten al tema del origen de la vida. Una danza cuyo único baile posible es el del florecimiento, de la reproducción osmótica hacia el infinito, un ir y venir, desaparecer y a parecer de microrganismos que, por lo entendido ahora, en su afán por sobrevivir nos han demostrado que también nos pueden aniquilar.

Es por ello que Origen Exótica, sin duda vuelca toda su artillería a un aquí y ahora palpable, augurando los estragos caprichosos que pusieron al mundo de patas al revés.

Origen Exótica
Origen Exótica

Origen Exótica

Audio por Dr. Juan Campoverde
Video instalación 2 canales
Medidas variables
2017 – 2020.

Correspondencia de una ciudad sitiada

En Ecuador como en algunos países de Latinoamérica, la antesala del encierro pandémico, fue un encierro que se origina por las protestas de carácter social, mientras el reclamo social a la subida abusiva de los combustibles entraba en su punto más álgido (la toma de la Asamblea), el decreto de toque de queda, nos obligaba a lo que fue nuestro primer encierro, un encierro violento (aun cuando no existe encierro sin violencia), que si bien por un lado ponía nuestra vida a buen recaudo, también trataba de arrebatarnos la libertad de reclamar las injusticias que acontecían bajo la figura del toque de queda.

Es bajo este contexto que la artista empieza a elaborar de manera manual y sobre las normas de la costura (como ejercicio destinado a invisibilidad frente a lo que sí importa) una suerte de mapas imaginarios de su barrio La Floresta.

Mapas de un barrio vaciado de gente, vaciado de vida, mapas planímetros que configuran un mundo sin humanos, puras líneas, puros cuadrados y puros rectángulos llenan esas figuras planificadas por Roitman, una instalación en donde no hay formas orgánicas, en donde la curva, la línea curva como característica biológica de la vida fue arrancada del espectro, puesto que lo curvo es lo orgánico, lo curvo es la naturaleza y finalmente es la vida, la cual está embargada en lo que Agamben llamaría la nuda vida, que nos trae el perpetuo estado de excepción.

Pero un detalle más, los mapas de la artista están hechos de parches, cocidos con pedazos de telas que antes fueron algo, sirvieron para algo, con remiendos y es que el país es eso, una secuencia de políticas de remiendo, en donde cada gobernante simplemente ha parchado, intentando soportar ese estallido que no pudo más y se vino en octubre del 2019, estallido que fugó por su parte más débil, la de las economías populares y la indiscriminada alza de los combustibles, el parche se rompió.

Correspondencia de una ciudad sitiada - La Floresta
Correspondencia de una ciudad sitiada - El Dorado

Corrrespondencia de una ciudad sitiada

Mapas imaginarios
Técnica mixta sobre textil
Serie de 11 piezas
50 x 50 cm
2019

109

La siguiente obra 109, es una secuencia de casas que la artista manualmente ha realizado día a día, en los meses de encierro, estas casas son en realidad estructuras de casas de alambre soldado de tal forma que en su conjunto asemejan, cada una, una casa en su forma básica, y abstracta, tal como cuando le decimos a un niño que dibuje una casa, él dibuja según su percepción mas esquemática, con una austeridad de elementos que le consienten y que, a su vez que simplifican el mensaje pero también, así mismo, lo potencializan al amparo de esa simplicidad.

A mi parecer Roitman está, en este proyecto haciendo lo mismo, resumiendo bajo trazos escultóricos sencillos pero decidores toda esa angustia que provoca el encierro pandémico, es casi aberrante pensar en hacer una casa por día, acudir a la rutina, a esa rutina que igual que la obra anterior, la del bordado se asume al amparo de lo que no es trascendente, de lo que no importa, rutina de lo común, de lo que no interesa, rutina del ama de casa que lo tiene que tener listo todo para pasar otra vez al anonimato, a ese anonimato que enferma, propio de la la invisibilidad, anonimato y aburrimiento de la rutina de lo común, a lo que la modernidad enajenante ha llevado a la artesanía y como ésta fue relegada conduciéndolo al estado de su desaparición (no porque ya no esté) sino todo lo contrario porque se convirtió en algo demasiado visible y bajo ese exceso de visibilidad fue relegada, de su poder gnoseológico.

Entonces las 109 casas, una por día, son el producto de estar soldando manualmente por reiteradas ocasiones, haciendo el mismo gesto mecánico todo el tiempo, tal cual esa patología que la vemos también en los animales a los que el ser humano ha sometido a un encierro prolongado, esa reiteración de un solo movimiento una y otra vez hacia el infinito.

Simplemente que esa psicología extraña produce (por suerte para el mundo) arte del bueno, estas casas que son el plato fuerte de esta muestra, por otro lado también nos hacen pensar sobre el vacío del encierro, vacío que se ha generado una vez se desprende todo intento de afectividad y sociabilidad bajo la premisa del distanciamiento social, modelo que dejaría secuelas intensas no solo en los adultos mayores que fueron los más afectados del abandono de sus familiares, sino también en el futuro, cuando nuestros hijos sean los que tomen las riendas de este mundo, solo ahí veremos a ciencia cierta qué tipo de trastornos dejó el llamado distanciamiento deshumanizante en estas nuevas generaciones.

Por otro lado, las casas de Sara Roitman, reunidas configuran un conjunto, una urbanización, un espacio o comunidad que se reúne para formar un condominio que le protege del espacio exterior, normalmente estos condominios de clase media son amurallados para evitar la interferencia externa y todo lo desagradable que esto significaría para el que habita en su interior, pero a su vez también tenemos que pensar que mientras este encierro se ha vuelto un asunto de diversión para los que están dentro, los desprotegidos, los que quedan fuera, los que no tienen la protección de la casa, del condominio, de la pared, son los que están en riesgo, contándonos muy sutilmente que esta pandemia no es equitativa para nadie y que otra vez los pobres, los que no hacen historia son los más afectados, por eso que podríamos denominar capitalismo salvaje y que muestra sus formas inequitativas e injustas en este tipo de “detalles”, que son los mismos que la artista busca hacernos reflexionar incrustando una delicada capa de esa sociología cultural como forma de arte.

Amuletum

Finalmente y no menos importante en este recorrido, como para concluirlo, Amuletum, es una serie de objetos collage o kitsch constituidos para asemejarse a los amuletos de la creencia popular, que nos dan un giño especial a esos objetos inútiles de la era moderna del arte, estos amuletos siendo inútiles (tal como las obras de arte) fingen que no lo son y que con ellos se puede llegar a objetivos absolutamente terrenales, como tener dinero, como lastimar al enemigo o como librarse de la pandemia, o poseer el amor de nuestras vidas, el amuleto es sin duda un objeto muy extraño no solo por su combinación de elementos sino porque siendo objetos normalmente artesanales constituyen un propósito especifico y ahí su distancia con la escultura y el arte en general.

El cierre es espectacular porque colocar como final una secuencia de amuletos en la incertidumbre que aun nos posee, es justamente demostrar la fragilidad de este mundo, el cual no obtiene respuestas frente a un virus que hizo temblar el sistema, pero sobre todo poner amuletos en estas muestra, es ante todo una crítica frente a un estado que no cubre ninguna garantía, frente a un gobierno que ha priorizado la economía y ha soltado abruptamente a la gente de su encierro en momentos de los más altos indicadores de contagios, un amuleto es irónicamente lo único a lo que podríamos aferrarnos en el mundo cuyos gobernantes nos echaron a la suerte.

Amuletum - Calentamiento Global - Sara Roitman

Amuletum – Calentamiento Global

Tinta sobre papel
27 x 40 cm.
2020

Amuletum - Violencia - Sara Roitman

Amuletum – Violencia

Tinta sobre papel
12 x 8 cm.
2020

Para finalizar diríamos que pocas muestras llevan consigo la actualidad del instante mismo en que ocurren las cosas y la calidad necesaria para no divagar en su premura, esa posibilidad de discursar en tiempo real y encima hacerlo con la calidad que le caracteriza a la artista, realmente se le agradece.

Hernán Pacurucu C., 2020
Crítico y curador de arte contemporáneo
CURADOR DE BIENAL NOMADE
DIRECTOR ACADÉMICO
DEL CONGRESO INTERNACIONAL DE TEORÍA,
FILOSOFÍA Y CRÍTICA DE ARTE CONTEMPORÁNEO

Biografía: Sara Roitman, Israel – Chile. 

Dossier de exhibición.

Sara Roitman - Open 2020 - Registro
 Sara Roitman - Open 2020 - Registro
Sara Roitman - Open 2020 - Registro
 Sara Roitman - Open 2020 - Registro