Wilfrido Haro Rivas SJ
Del 26 de marzo al 17 de abril
DEL TALLER A LA OBRA
La experiencia artística es la posibilidad de la diferencia, la unicidad, la subjetividad del ser humano. En aquel confín del tiempo, un cántaro que servía para portar agua de la fuente –o manantial– se adornó con una muesca, una señal, un rizo. Esta marca primigenia no cambió el sabor del agua ni disminuyó su peso para portarla hasta el hogar del sedentario homínido. Desde aquellos orígenes hasta los actuales ejercicios performáticos, menos aristotélicos y más alejados de la intención del relato, el Arte convive entre nosotros como un compañero incómodo y al mismo tiempo como un regazo cálido para alojar nuestros miedos y nuestro amor. El Arte, pues, también escribe con nosotros la historia común.
Territorio de la subjetividad, pero lazo de afecto, el Arte, indiferente a nuestras disputas sobre él, habita entre el deseo y la acción, en esa interdicción que, de ser consciente en el artista, desborda un inconsciente más allá del gesto minucioso del hacer y, tal vez, en el sueño de Carl Gustav Jung, en conexión con el otro de la trascendencia.
La obra de Wilfrido Haro Rivas se constituye en el vértice de al menos tres preguntas necesarias para cualquier habitante del Ande Equinoccial: identidad, memoria y restitución. El mestizaje emerge como una trenza imbricada e incómoda que no termina de cuajar una imagen donde reconocer nuestra identidad. La diáspora migrante que ha llevado nuestra simiente más allá, desde donde se nos devuelve en billetes de deportación y que urge de nuestra memoria constitutiva, de mamita cariñosa. La restitución, por su parte, la miramos imposible en una realidad perversa y violenta: sin país, sin lazo social, sin vida comunitaria.
En su taller, Wilo borda silenciosamente su obra, impulsado por su profunda vocación de servicio al otro, su excepcional capacidad de escucha y su ternura heredada.
Referencias:
Eines, J. Hacer actuar. (Gedisa, 2006).
Carl G. Jung, El hombre y sus símbolos (Paidós, 1995).
León Siera Páez, MA.
Curador
DELARACIÓN DEL ARTISTA
El Bordado Guamoteño es más que una técnica textil: es una manifestación de memoria, identidad y resistencia. Como heredero de una tradición centenaria, mi labor no solo busca recuperar esta práctica, sino también resignificarla y proyectarla hacia el futuro, reconociéndola como un patrimonio cultural vivo.
Desde mi infancia, el bordado ha sido parte de mi entorno, vinculado a la historia de mi familia y a la vida comunitaria en Guamote. A través de hilos, colores y texturas, este arte ha servido como un vehículo de expresión, un registro silencioso de saberes transmitidos de generación en generación. Sin embargo, la falta de documentación ha mantenido al Bordado Guamoteño en el anonimato, razón por la cual mi trabajo se ha centrado en su investigación, preservación y difusión.
Cada puntada es un acto de paciencia y dedicación, un proceso que desafía la rapidez del mundo contemporáneo y reivindica el valor del trabajo artesanal. En este sentido, el Bordado Guamoteño no solo es una técnica textil, sino un testimonio tangible de la creatividad, la destreza y la riqueza cultural de quienes lo han practicado por generaciones. El Bordado Guamoteño es un lenguaje visual que conecta generaciones, un arte en el que la técnica y la creatividad se fusionan para contar historias y preservar la memoria. En cada hilo se entrelazan el tiempo, la dedicación y la identidad de un pueblo que, a través del bordado, ha encontrado una forma de perpetuar su legado.
Wilfrido Haro Rivas SJ