Gonzalo Vargas M.
16 de mayo – 03 de junio 2023
A través del ensayo fotográfico Gonzalo Vargas (Quito, 1976) ha repasado célebres travesías vinculadas al territorio americano. Mayormente enfocado en la figura del explorador y las diversas razones de sus prospecciones, ya sea por motivación científica (como Darwin), o artística (como Troya, Salas o Church), su trabajo ilumina también la problemática contracara de aquellos viajes de descubrimiento. El perfil decolonial en su obra, lejos de ser una evidente o desgastada cantaleta discursiva, se encuentra atravesado por un aliento investigativo que resulta más poético que político.
Sus imágenes fotográficas han transmitido el asombro del encuentro, el embeleso de la primera mirada, pero al estar tamizadas por la experiencia crítica de las perspectivas contemporáneas se cargan también de suspicacia y lecturas críticas que desdoblan sus significados. Tal vez esa atracción particular por la exploración territorial como impulso innato del ser humano ya se manifestaba cuando en sus inicios escogió la carrera de Geografía. Esta temprana filiación, abandonada luego del primer año de estudios, parece haber prosperado de otras maneras cuando optó después por la carrera de Diseño y finalmente la de Arte. Un dato adicional sobre Vargas, para nada fortuito, es que su abuelo materno fue marino y su abuelo paterno fue fotógrafo aéreo del Instituto Geográfico Militar, lo que configura todo un universo de impresiones tempranas no solo sobre la utilidad de las imágenes de reconocimiento, sino sobre su relación con la tecnología, las ciencias de la Tierra, y las consecuencias económicas y culturales de su difusión.
En cada una de sus últimas muestras el artista ha acompañado sus fotografías con obras basadas en la interpretación visual de datos, como animaciones digitales que demuestran su atracción por las herramientas de reconocimiento más avanzadas (como el GIS – Sistema de Información Geográfica), o pequeñas esculturas de volcanes en bronce derivadas de aquellos. En esta exposición lleva estas inquietudes aún más lejos para –sorpresivamente— abandonar por completo el uso de la cámara. Además, deja de enfocarse en una expedición o geografía particular para meditar alrededor del móvil exploratorio en sí, centrándose en el más primordial de los sistemas de orientación: los astros.
En El problema de la ruta más corta Vargas desarrolla un conjunto de obras enfocado en la representación especulativa, en diversos medios, de las 57 estrellas empleadas para la navegación. Sin estas no se habría desarrollado la cartografía y, en resumen, sin su conocimiento, no se hubiese llegado a la Era de los Descubrimientos. Para este propósito el artista ha procurado un diálogo que conecta tiempos históricos distintos: desarrolló complejos poliedros modelados en ordenador para luego darles forma con medios artísticos tradicionales ligados al pasado.
En El problema de la ruta más corta Vargas desarrolla un conjunto de obras enfocado en la representación especulativa, en diversos medios, de las 57 estrellas empleadas para la navegación. Sin estas no se habría desarrollado la cartografía y, en resumen, sin su conocimiento, no se hubiese llegado a la Era de los Descubrimientos. Para este propósito el artista ha procurado un diálogo que conecta tiempos históricos distintos: desarrolló complejos poliedros modelados en ordenador para luego darles forma con medios artísticos tradicionales ligados al pasado.
El conjunto completo de los renders de estas “estrellas” se reúne en 4 impresiones Gliclée de gran formato tituladas El mundo de arriba, que simulan la estética de las ilustraciones científicas del s.XIX. Otras 7 serígrafias en fondo negro y tinta plata muestran en detalle una estrella en cada una. De este mismo juego de inventiva surge Las cuatro partes del mundo, una instalación conformada por 10 de estos objetos fundidos en bronce que reposan sobre sendas bases de madera, las cuales a su vez delinean volúmenes geométricos de diverso tamaño.
Esta suerte de ciclo estelar se apuntala con lo que se puede interpretar como dos murales confrontados: en uno se representa la constelación Orión con luceros fundidos en bronce sobre un fondo azul (un guiño a las bóvedas estrelladas que se encuentran en cierta arquitectura clásica), y en el otro –al extremo opuesto de la sala, como observando a la distancia– un modelado en escala natural del ojo del artista. Vargas está pensando particularmente en la mirada renacentista, presentando aquel ojo como un símil de la humanidad entera, atravesado por el pensamiento del hombre moderno ligado a ese momento histórico donde la expansión territorial que derivó en los imperios europeos se encuentra, inextricablemente, asociado al conocimiento que permite trazar vectores para la navegación a partir de las estrellas.
La fascinación que han ejercido las estrellas se remonta, por supuesto, a tiempos muy anteriores. A lo largo de la historia han sido relacionadas a la divinidad; así fue para griegos y romanos, quienes derivaron asociaciones de las religiones de Persia y Babilonia. Las referencias en las imágenes cristianas también son múltiples. Incluso, en tanto sistema de navegación, tal vez la Estrella de Belén sea hasta hoy la más célebre dentro de un relato literario.
También, por su puesto, las representaciones que ha perseguido el artista se inscriben en un dilatado linaje iconográfico. Si bien el uso de poliedros para imaginar los astros parte desde Platón, la indagación de Vargas remitirá a algunos al rhombicuboctahedron de Leonardo que apareció por primera vez en la Divina proportione (1509) de Pacioli, ilustrando el límite del conocimiento y las herramientas de su tiempo, o tal vez a la jaula compuesta de tres octaedros que aparece en el grabado titulado Estrellas (1948) de M.C. Escher, un creador interesado tanto por la geometría como por la astronomía. El ejercicio que este último ejecuta en el grabado Estudio para estrellas (1948), compuesto por múltiples variantes de poliedros, traza además un interesante paralelo a las láminas de Vargas, donde la complejidad que este último ha conseguido en algunos de los poliedros, con sus confusos y hasta caóticos patrones, desafían la geometría euclidiana y los convierten en “objetos imposibles”, ya que su concreción en las tres dimensiones conocidas no se puede dar.
En suma, si bien el trabajo reciente de Gonzalo Vargas puede asociarse a lo que hoy se conoce como “research-based art” (cuyo sustrato intelectual se informa y se cuece en el ámbito de los programas académicos actuales), basta repasar el catálogo de esta exposición para entender cómo sus minuciosos careos alrededor del tema que lo ocupa derivan afortunadamente en un seductor y subjetivo ejercicio de inventiva y especulación formal. Sus apuntes reúnen diversa información que luego se reempaca, orientada a producir otras formas de acercarse al conocimiento a través de una síntesis interpretativa, de una compactación semiótica donde la investigación realizada se estetiza –seduce y cautiva–, y al hacerlo excede lo meramente informativo.
El proyecto de Vargas puede –inclusive– enfocarse como uno orientado hacia la abstracción, no sólo geométrica (tal cual se puede inferir del modelado de sus estrellas), sino conceptual: al alejarse del detalle anecdótico de travesías específicas que ha perseguido anteriormente, aborda ahora la idea de la exploración de una manera indeterminada, abreviandola simbólicamente en los cuerpos celestes que sirvieron como guías fundamentales en el afán de descubrimiento. El resultado es un conjunto de elegantes elementos, tamizados por un amplio arco de tecnologías de representación (desde lo digital hasta lo “obsoleto” y análogo), que actúan como guiños a los procesos históricos y culturales que han dado forma a nuestro presente.
Rodolfo Kronfle Chambers
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Rodolfo Kronfle Chambers (Guayaquil, 1970).
Se ha desempeñado como investigador y curador independiente desde mediados de los años 90. Es licenciado con honores en Historia del Arte por Boston College y ha cursado estudios de maestría en Arqueología. Ha publicado decenas de ensayos y artículos en revistas, libros y enciclopedias, a más de haber comisariado numerosas exposiciones que incluyen la obra de artistas locales e internacionales, entre estas Lo que las imágenes quieren: Video desde Hispanoamérica en la Fundación ICO de Madrid, Passado Imperfeito en el Centro Cultural São Paulo, Los matices del porque en el contexto de la XI Bienal de Cuenca, Ecuador: la vida en estado puro en el Museo del Barrio de Nueva York, y la cuarta edición de Latin American Roaming Art (LARA) presentada en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito luego de dirigir una residencia en las Islas Galápagos.
Kronfle ha curado además importantes retrospectivas de artistas tan diversos como Eduardo Solá Franco o Manuela Ribadeneira.
Del 2003 al 2015 editó la página RioRevuelto.net, que se convirtió en el más extenso archivo virtual de arte contemporáneo ecuatoriano del período, luego de lo cual co-fundó y co-edita hasta el presente la plataforma virtual de difusión de arte Paralaje.xyz. Ha llevado a cabo algunos revisionismos del arte moderno local, entre estos una reconsideración del Ancestralismo de los años sesenta en el Museo Casa del Alabado de Quito, y varias publicaciones sobre Eduardo Solá Franco, incluyendo los volúmenes íntegros de sus Diarios Ilustrados y una edición monográfica titulada El impulso autobiográfico. En el 2011 publicó el libro Historia(s)_en el arte contemporáneo del Ecuador 1998-2009, primer compendio de divulgación sobre la producción artística en el Ecuador en la pasada década, y más recientemente Limpio, lúcido y ardiente: Artes visuales y correato (Ecuador, 2007-2017) donde analiza la producción cultural crítica frente al horizonte político del país.
En el 2022 editó, dirigió y fue co-autor de 101 ARTE CONTEMPORÁNEO ECUADOR Vol.01, la publicación más amplia que se haya hecho alrededor de las prácticas artísticas actuales en el país. Kronfle ha sido jurado de salones, becas y bienales en varios países, y ha formado parte del comité asesor de instituciones culturales de alcance latinoamericano y global como la Cisneros Fontanals Art Foundation (CIFO), la Rockefeller Foundation, la Bienal de Cuenca y el Museo Casa del Alabado en Quito.
Créditos:
Conceptualización, diseño obras y producción: Gonzalo Vargas M.
Curaduría: Rodolfo Kronfle Ch.
Fundición piezas bronce: Danilo Zamora
Asistente de investigación: Francesca Fruci
Ilustración para serigrafías y afiche: Francisco Galarraga
Carpintería: Wilson Simbaña
Diseño gráfico: Adrián Balseca
El problema de la ruta más corta fue realizado gracias al auspicio de los fondos de investigación Mycelium PUCE 2022 – 2023.
Fig. 43. Capella (281°, N46°)
Serigrafía sobre papel FAVINI de 250gr con tinta plata / base agua
50 x 35 cm
Ed. 30
2023